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Diseño universal para el aprendizaje: notas metodológicas para una educación inclusiva
Palavras-chave:
Educación inclusiva, Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), Diversidad funcional, Políticas educativas, Formación docenteSinopse
En el año 2015, la ONU aprobó por unanimidad la Agenda 2030, que incluye los diecisiete Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). En el decimosexto objetivo, Naciones Unidas plantea “promover sociedades pacíficas e inclusivas para el desarrollo sostenible, facilitar el acceso a la justicia para todos y crear instituciones eficaces, responsables e inclusivas en todos los niveles” (ONU, 2015: Art. 16). Es una forma de reiterar el compromiso adquirido ya dos décadas antes en la Conferencia Mundial sobre las Necesidades Educativas Especiales realizada en 1994 en la ciudad de Salamanca, España. Allí se sentaron las bases de las políticas mundiales de educación inclusiva y se recomendó que los niños y niñas con necesidades educativas especiales tuvieran acceso a las escuelas ordinarias. Para ello, lógicamente, deberían accionarse planes de respuesta temprana a las necesidades pedagógicas concretas de cada estudiante.
La educación inclusiva (EI) o inclusión educativa (IE) se basa en el principio de que cada niño o niña tiene características, capacidades y necesidades de aprendizaje distintas y que, por ende, los sistemas y programas educativos (escolares y extraescolares) deben implementarse atendiendo a esta diversidad de características. No sólo se trata de dar respuesta a una gama de necesidades cada vez más amplia y heterogénea (por fenómenos implantados ya en nuestras sociedades como efecto de la globalización: multiculturalidad, multirreligiosidad, etc.), sino también de potenciar el aprendizaje en colectividad, en contextos plurales y multifuncionales. El presupuesto de partida es, por tanto, que esa diversidad real, la que existe en la ciudadanía, trasladada al aula fomenta el aprendizaje inclusivo y potencia tanto la optimización de las capacidades del alumnado con necesidades especiales como el aprendizaje en valores del alumnado que no las tiene.
En nuestros días, la EI se ha constituido como un triunfo de la individualización pedagógica, partiendo de un verdadero aprendizaje en colectividad, esto es, de una confluencia lo más armónica posible entre la cobertura de necesidades especiales concretas (sin que se produzca el aislamiento de ningún discente) y el potenciar formador y proactivo del grupo. La pedagogía conductista propició, en cierto modo, la segregación como método educativo, obviando las posibilidades de una verdadera inclusión educativa.
Inclusión educativa entendida como una enseñanza responsable, equitativa y proporcional con las diferencias y diversidades. Los educadores no sólo trasladamos contenidos curriculares, sino que nuestro trabajo e implicación debe posibilitar la formación integral del estudiantado: formación como ciudadanos y ciudadanas responsables, con implicación y conciencia de su papel en el mundo. Esa verdadera formación para la democracia requiere del diálogo, la empatía y la convivencia con el otro, no puede potenciarse partiendo de la separación y la no interacción. El aula como microentorno que sirva como representación lo más fidedigna posible de lo macro, del contexto ciudadano en su conjunto: con las diversidades funcionales y culturales presentes en la sociedad. La inclusión educativa persigue hacer frente a las distintas necesidades de aprendizaje de todos los niños y niñas, pero poniendo especial atención en aquellos/as que, por circunstancias relacionadas con la diversidad funcional, son vulnerables a la marginalidad o la exclusión social.
El proceso educativo es, por tanto, holístico y global. Lamentablemente, en la actualidad existe en muchos contextos supranacionales, nacionales, comunitarios y locales, una falta de proporcionalidad entre la complejidad de las necesidades educativas y los recursos técnicos y humanos destinados a acometer el gran reto de la educación inclusiva. La integración de todo tipo de alumnos y alumnas en el mismo entorno formativo es un paso hacia adelante en la formación ciudadana, pero precisa de una apuesta decidida por la ampliación de plantillas docentes, de infraestructuras específicas y de profesionales técnicos especialistas en formación de alumnos/as con necesidades especiales. También son imprescindibles unidades de intervención y respuesta temprana para detectar esas necesidades especiales y potenciar la adecuada formación de cada estudiante. De no contar con ellas, se proseguirá en un escenario repleto de educadores superados por la situación, exhaustos y sin recursos para poder hacer frente a la diversidad funcional del aula. Esa es la dura realidad a la que cada día se enfrentan maestros y maestras en todo el mundo, profesionales que requieren de un apoyo real técnico y humano para atender los retos de la educación inclusiva en un entorno cambiante, complicado y exigente. La obra que tienen ante sus ojos persigue ese objetivo: analizar el contexto, los desafíos y las particularidades de la educación inclusiva en la actualidad. Sirva también como reivindicación del trabajo ímprobo y comprometido que los educadores y educadoras realizan a diario, en muchas ocasiones, muy por encima de su jornada laboral, de su compensación económica y de su formación específica. El profundo respeto hacia su labor sólo puede sostenerse a partir de un verdadero compromiso político con la educación de calidad: innovadora, social e inclusiva. Una educación que permita fomentar, además del aprendizaje curricular, la empatía, la formación en valores y el espíritu democrático.
Dra. Antonia Isabel Nogales-Bocio, Profesora Ayudante Doctora, Unidad Predepartamental de Periodismo, Comunicación Audiovisual y Publicidad, Universidad de Zaragoza (España)

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